Belle Epoque trata del deseo, de la dificultad de elegir, de por qué hay que elegir a una mujer y perderse a todas las demás. Y coloca a la amistad, al deseo, al sexo, por encima del amor.
Belle Epoque nació en un restaurante madrileño donde Fernando Trueba, Rafael Azcona y José Luis García Sánchez se reúnen desde 1990 alrededor de unas comidas semanales en las que, además de reír y cultivar la amistad, charlan sobre sus proyectos cinematográficos. En ese ambiente, estas tres personalidades del cine español fueron gestando Belle Epoque. Quizá la alegría de vivir que respira la película le deba algo a ese restaurante.
Como El año de las luces (1986), Belle Epoque es una película de época que remite, lejanamente y como pretexto, a la biografía de su director. Fernando Trueba, en su juventud, trabó amistad con un hombre mucho mayor que él, Manolo Huete, un ser sabio, libre y tolerante que marcaría decisivamente su vida. Huete era el padre de cuatro hijas con una de las cuales, Cristina, Trueba contrajo matrimonio. El año de las luces se inspiraba en un episodio de la vida de Manolo Huete, cuya peripecia sirvió de base para narrar el despertar sexual y vital de un adolescente en la siniestra posguerra española. Y Belle Epoque cuenta la historia de amistad de un joven con un hombre mayor sabio, libre y tolerante (llamados, no por casualidad, Fernando y Manolo), con una de cuyas cuatro hijas el protagonista se termina casando.
Fernando Trueba ha definido su película como "un estado de ánimo". Antes de escribir el guión, les mostró a Azcona y García Sánchez "Une partie de campagne" (1936), el clásico de Jean Renoir. Trueba quería transmitirles el tono, el clima, el aroma que deseaba para Belle Epoque, "esas cosas indefinibles, imposibles de medir, que son las más interesantes de una película". Por encima de esa referencia, algunos de los rasgos del cine de Renoir no son extraños a Belle Epoque: el amor a la vida, la sensación de libertad, la exaltación de los sentidos o la influencia del paisaje y la naturaleza en los sentimientos. Como los personajes de "Une partie de campagne" o "La regla del juego", los de Belle Epoque huyen de la ciudad en busca de un ambiente más puro y salvaje, casi bucólico, en el que, en contacto con la naturaleza, quedan abolidas ciertas normas y prejuicios, donde afloran los instintos. Con La regla del juego aún se pueden forzar otras afinidades: los enredos amorosos como motor de la historia, el desasosiego y las dudas de los personajes ante la necesidad de elegir, la tolerancia entre personajes enfrentados por sus amores, los continuos cambios de tono o las sorpresas de la trama que incluyen una tragedia hacia el final.
Que Belle Epoque esté ambientada en los meses previos a la proclamación de la Segunda República española, el 14 de abril de 1931, no es una circunstancia casual. Resulta sencillo establecer un claro paralelismo entre la historia narrada en Belle Epoque y la propia historia de España de ese periodo. La República también representó una promesa de paraíso que pronto se desvaneció. Belle Epoque retrata ese momento fugaz de ilusión, esa luz que alumbró un brevísimo episodio de la vida de España, una luz fatalmente condenada. "Por eso se adecuaba ambientar la película en esa época, no porque nosotros quisiéramos que esta historia fuera una parábola o metáfora de lo otro, aunque, desde luego, la similitud de esos dos momentos hacía que fuera el contexto ideal". Para filmar Belle Epoque, Trueba eligió una zona cercana a Lisboa. Era más barato que rodar en España, pero esa no fue la única razón: "Tengo la sensación de que en Portugal hay algo que se parece más al pasado; España está más cambiada. A la vez, pretendía escapar de una España tópica y Portugal me permitía un punto de fantasía que me atraía, no quería hacer una película de boina; quise huir de la estepa castellana y situar la acción en un lugar idílico que no se identificara con ninguna región española. Es una España inventada, imaginada".
El rodaje se desarrolló entre el 5 de julio y el 26 de agosto de 1992 en varios pueblos portugueses cercanos a Lisboa. La casa y el pueblo de la película están situados en Arruda dos Vinhos, la estación en Ríos, la iglesia en Sobral de Monte Agraço y el río en Azambuja. El clima que reinó en el rodaje impregnó el de la propia película. En realidad fue una fiesta y los recuerdos que Trueba conserva son inmejorables: "Nunca antes había conseguido esa especie de magia, esa sensación que te hace pensar que todo el mundo está haciendo la misma película".
Trueba sostiene que "la actitud que yo pueda tener hacia la vida y hacia las personas, si es que tengo alguna, está más cerca de esta película que de ninguna otra". Entre otras cosas, tal vez se refiera a que Belle Epoque es la película que de manera más abierta gira alrededor de una de sus mayores inquietudes. Es lo que él llama "el tema central de la existencia", la idea de que el hombre ama a todas las mujeres y, sin embargo, se ve obligado a elegir a una entre todas: "Belle Epoque trata de cosas muy simples y elementales de la vida. Es la historia de un hombre que está enamorado de todas las mujeres del mundo. Que para mi es la historia de todos los hombres, el asunto más importante de la existencia humana. Belle Epoque trata del deseo, de la dificultad de elegir, de por qué hay que elegir a una mujer y perderse a todas las demás. Y coloca a la amistad, al deseo, al sexo, por encima del amor. Truffaut hizo su manifiesto sentimental con El hombre que amaba a las mujeres: un hombre que vive y muere por amarlas a todas. Por desearlas, a cada una de manera distinta Y ese es el problema central de la existencia, donde radica la infelicidad. De ahí han venido todo, guerras, violaciones, suicidios, depresiones. De cómo a uno le gustaría tener toda la felicidad y ha de conformarse con una parte o con nada. Ese es el tema central. El dilema es que nunca se consigue. Y entonces inventamos la pareja que, como dice Azcona, se ha inventado porque no se ha descubierto nada mejor y menos doloroso. Quizá es que el ser humano no es muy fuerte. El miedo a la soledad ha llevado a este invento. Pero no creo que nadie en su sano juicio pueda defender la monogamia". Detrás de esa preocupación Trueba insinúa una cierta nostalgia del estado salvaje: "En esa búsqueda tan loca de la felicidad, creo que está el deseo secreto de la vuelta al Paraíso, a la barbarie, a algún sitio".
Belle Epoque arranca con la muerte de los dos guardias civiles y concluye después del suicidio del cura y de la boda, el símbolo de la claudicación de Fernando, el fin del sueño que ha acariciado a lo largo de la película. Esas dos secuencias funcionan como dos rupturas dramáticas que marcan el paréntesis idílico que vive el protagonista. Si la película comienza con un prólogo trágico matizado por el humor negro, concluye con un epílogo que acumula una triple tragedia (el suicidio del cura, la renuncia de Fernando, la soledad de Manolo) donde no hay lugar para el humor. No es, precisamente, un final feliz. El plano de Manolo alejándose solo en la tartana después de despedir a Luz y Fernando aparece teñido de melancolía, de una intensa tristeza, un extraño cierre para una comedia aparentemente optimista. Al referirse a Belle Epoque, a Trueba le gusta citar un verso de una canción de Vinicius de Moraes: "La tristeza no tiene fin; la felicidad, sí". Tal vez porque considera que la vida es una película mal montada.
Luis Alegre